miércoles, noviembre 17, 2010

Ya no nos queda nada en que creer

(les dejo este artículo que hice para el supuesto 272, saludos lectores)

Y es verdad, muchos de los conocimientos que adquirimos los que nacimos a finales de los años ochenta se han modificado radicalmente con el pasar de los años: primero Plutón ya no es un planeta, después la Iglesia Católica declara que el limbo no existe y por último la Real Academia Española de la Lengua (RAE) nos asesta el último golpe al declarar que la ll y la ch, ya no son letras oficialmente. Yo me pregunto ¿qué sigue? ¿cuánto más tardaremos en descubrir que muchos de los conocimientos aprendidos en nuestros brillantes libros de texto gratuitos no son del todo ciertos?

Nuestros hijos -si es que llegamos a tenerlos- se preguntarán al salir a la papelería (si es que Google y Wikipedia no suplen esa función por completo con el correr de los años) para qué demonios servía una bolita de unicel del número triple cero. Mientras nosotros sabremos que su única función era la de representar al más pequeño y lejano de los planetas de nuestro sistema solar.

Los cambios, que incluyen modificaciones en la acentuación, nomenclatura de las letras, número de letras y cambios en las formas de los demostrativos y algunas conjunciones sólo son demostraciones claras de la evolución de lo que sale de nuestras bocas y tiene que ser guardado mediante grafos en un papel. El anuncio se llevó a cabo durante la pasada sesión de la RAE para definir la publicación de Ortografía.

Es inevitable que algo tan vivo como la lengua cambie, al menos a un servidor lo invadirá la nostalgia cuando tenga que contarle que vivió en una época en que el alfabeto español contaba con 29 letras y una se llamaba “i griega” y no “ye” pero como ya mencioné, es inevitable que algo vivo crezca, se reproduzca y muera (lo de la reproducción es algo sumamente debatible, pero no es tema de este artículo).

Celebremos que nuestra lengua está viva y que uno de sus órganos rectores sigue activo y vigilante para modificarla y adaptarla a como somos nosotros los hispanoparlantes del siglo XXI. Mientras dejemos que a lo lejos solloce el Chapulín Colorado al enterarse que su símbolo se compone ya de dos letras.

Sólo esperemos que FIFA siga el ejemplo de la Real Academia y que pueda contarles a mis hijos, sin ninguna nostalgia, de un tiempo lejano cuando existían fueras de lugar que terminaban en un artero gol.