lunes, junio 09, 2014

El cuarto de las lavadoras

Reflexiones Limpias ...

Hace veinte días afirmé que este sería el momento perfecto para leer, para ponerme al día con mis escritos, para revivir este blog, para seguir jugando a que se escribir.

Pero libros sólo han venido de paseo, se la pasan entre el portafolios y la maleta para guardarse en cajones de las tres habitaciones de motel que he ocupado las ultimas semanas. No he logrado ni siquiera abrir el cuaderno rojo que me decidí a estrenar cuando me inscribí al curso de creación literaria que tomo los miércoles, al que por cierto voy a faltar esta semana.  Hoy decidí hacer el esfuerzo y tratar de estar sólo un rato después de ofrecerme a lavar la ropa de toda la delegación, estoy en compañía de una lavadora beige que juega a ver quien se agita más violentamente con su compañera la también beige secadora. El cuarto probablemente no es el lugar más inspirador para escribir, pero tiene algo incomparable: la soledad.

Cuando empece a escribir hace ya bastante tiempo lo hacía por que creía que era algo natural para alguien que tenía ínfulas de intelectual, lo cual ahora me parece risible. Durante la preparatoria creía que después de todo era lo correcto para alguien como yo.

¿Alguien como yo? Entre tanto que me ha pasado ya no se ni que signifique eso. El primer golpe: la ortografía, yo que siempre presumí de mi corrección y propiedad al escribir descubrí que tengo una ortografía pésima, más bien lamentable. Digamos que sin las rayitas rojas que le aparecen a mis textos cada tres palabras todo esto sería una burla.

Después la redacción, o más bien la falta de esta y, al final, el Ego de alguien que se sintió escritor mucho antes de escribir algo bueno.

Mi único consuelo vive en dos cosas: que el contenido de lo que me salía en el teclado no era tan malo, esto me permitió conservar el puesto de escritor de entretenimiento con algún moderado éxito, estaba condenado a escribir cosas que hacían reír y que me salían así facilitas de la boca cuando debería estar redactando la próxima novela épica retrato del México de mis tiempos.

Mi segundo consuelo fue que eventualmente y quitado del odioso "alguien como yo" disfruto mucho esto.

Así se fueron mis sueños de escribir algo "serio" Esta decepción y varios comentarios hirientes se llevaron entre las patas a Leonor, mi pobre intento de caricatura así como todo deseo de ser leído por cualquiera que tuviera la capacidad.

Y es que había tantos prospectos de escritores exitosos a mi alrededor escribiendo de tantas cosas que valen la pena: de amores, de sexo, de romance, de vinos, de perversiones, de maestros de historia que se vuelven dioses mientras se drogan con sus alumnas; un jardín de Xavieres Velascos y Guillermos Fadanellis listos para ser cosechados, publicados y acosados por preparatorianas que se quieren sentir las muy maduras.

Y yo ahí sin poder hacer nada más que burlarme de ellos, todos hablando de escritores que yo jamás había leído, de libros que no sabía ni que existían pero que son de culto entre los que saben de esto.

Como por febrero me ocurrió algo que no me había pasado en quizás cinco o seis años, agarré un libro de Ibargüengoitia de camino al trabajo y después no pude soltarlo, así leí todo lo que pude comprar de Jorge Ibargüengoitia en las semanas que siguieron. Primero lo atribuí a que una vez más estaba en mi estado natural: perdidamente enamorado, pero no, esto era algo más.

Libro tras libro y hoja tras hoja. Estaba escrito con una honestidad que yo nunca había leído, eran las cosas así como a mi me gustaban, eran novelas y cuentos de calidad pura escritos como yo creí que solo se podían lograr risitas. Este cabrón era un maestro que escribía sin pretensiones y yo no creí que se pudiera hacer eso.  El es el genio, pero la diferencia es que es un genio al que se le puede seguir.

Después de mucho pensarlo y por consejo de mi terapeuta me inscribí a un curso de creación literaria, mi intención honesta era encontrarme con aquella sensible niña de los libros bajo el brazo para conquistarla con mis textos. Finalmente si el grupo estaba lleno de cuarentonas, de hippies mugrosos, o peor aún, de esos intelectuales poetas por lo menos lograría regresar a hacer algo que en otros tiempos disfruté mucho y que por no se que razón dejé de hacer.

Mi primera clase con el grupo ya junto en el salón, una niña guapa con cara de dark, un puño de personas traídas de todos los caminos de la vida, algunas señoras y, desde luego, un servidor que dedico un buen tiempo para juzgarles a todos.  La maestra me convenció casi de inmediato: La literatura es cosa de práctica, no pueden llegar a ser escritores a menos de que escriban todos los días y todas las tardes, llenar las páginas aunque sea de porquerías de nimia calidad. Escribir es cosas de horas nalga, de animarse a hacerlo, de usar los dos lados del lápiz, de violar al papel con pendejadas todos los días hasta que como el infinito de monos con infinidad de maquinas de escribir salga algo bueno.

Con eso ya estaba perdonado que me negaran mi descuento de estudiante de nivel superior por no ser de escuela pública.  Después a escribir, el primer ejercicio, todos escribían enamorados como Becquer; grandes y forzadas metáforas de pasiones y amores y chopos y quien sabe que tanta jalada más; todos comparando a la amada inmortal con las olas del mar y el canto de los ruiseñores. Leí lo mío que era acerca de los bolivianos y su falta de mar y una vez encontré las esperadas risitas. Pero no lo voy a negar: me encanto que los poetas le encontraran el lado bueno a lo que escribí.

Siguieron las clases y pude conocer a mis compañeritos más, Cada vez me gustaba más lo que yo escribía y ellos apreciaban más mis cuentos;  Me dejaban leerles todos mis ejercicios primero y hasta alguna vez me sonrojaron con sus comentarios. También comencé a encontrarle la belleza a lo que ellos escribían, tenían estilo y escribían de corazón. me enteré de sus historias y me gustó lo que hacían.

La niña sensible y encantadora del libro bajo el brazo apareció a la segunda clase, efectivamente le encantaron mis textos y, como resulta natural, me encanto ella. Curioso que alguien que parece pajarito no se hubiera subido a un avión hasta sus 24 años; tiene novio, pero eso está demás, lo importante es que hay gente diferente afuera.

De pronto comprendí que si iba alguna vez a escribir algo de calidad por poca que esta fuera debería de ser así como me nace y de lo que me nace, de lo que veo y lo que quiero ver, de lo que se me ocurre y se me atora en la garganta y chingue a su madre si no tiene ni pies ni cabeza ni sentido ni nada. Ahora veo que escribir entretenimiento no era un rezago ni algo que hacer en lo que llegaba la inspiración, era lo que más me gustaba hacer en un periodo de la vida donde disfrutaba muy pocas cosas, es algo que me gusta hacer, es así como me nace escribir.

Siguió el curso y siguieron mis cuentos y seguí sintiéndome bien, quizás esa sea la estrategia a seguir en la mayoría de los temas que traigo pendientes: hacer, hacer, hacer y hacer hasta que sangre. Hacer hasta que valga la pena, hasta que me canse y luego volver a hacer, trabajar hasta conseguir algo, hacer sin miedo al trabajo y al rechazo, hacer mal y hacer bien pero hacer algo carajo.

La lavadora no ha terminado el ciclo de exprimir, pero ya dije lo que quería decir.  Finalmente, y como alguna vez dije en la oficina del periódico para parecer interesante: Escribir es muy fácil, basta poner una letra a lado de la otra.

No hay comentarios.: