martes, febrero 03, 2009

Deutschland Bundesrepublik

El cuento anterior fue, más bien, un pequeño ensayo fantástico que se me ocurrió mientras hacia servicio social dando clases de arte en un pequeño centro comunitario en el barrio de Tepeximilpa en Tlálpan. Los pubertos me parecían más interesantes que los pequeños (aunque estos últimos eran muy cariñosos e inocentes).

El siguiente es quizás mi cuento favorito; Me recuerda mucho el alivio que sentí al escribir para escapar de todo el desmadre en el que se convirtió mi vida hace algunos meses. Además hace referencia a un evento que me ha intrigado durante años: La vida en el bloque socialista.

Espero le encuentren el sentido; lo tiene y quizás a veces más del que me gustaría admitir.

Sin más, la tercera entrega:

DFR

Mis zapatos hacen mucho ruido. Ya casi no pudo mantener el paso; Hace treinta metros vi las linternas de los guardias asechar y casar a varios de mis compañeros. el trago de vodka solo me amargo la boca y no me agrego más valor.


Ya había decidido huir de la DDR desde hace 6 meses, lo pensaba mientras desayunaba en una reunión del buró. Pensaba en conservar la calma mientras me imaginaba liberado de este horrendo traje de solapas brillantes y este viejo sombrero sin planchar.


Cada día previo a mi huida me imaginaba un mundo nuevo, prospero, sin filas para comprar pan y con miles de opciones en cada anaquel: miles de zapatos, miles de camisas, miles de radios, de cámaras, de discos. Una orgía de colores y de productos, de plásticos y barnices.


La libertad de gritar de comer, de tocar, La libertad de elegir.


La mañana que inicie mi andar puse en practica la trama que tenia ya escrita para poder escapar. Me acerque al centro de Leipzig, las metrallas de los guardias en el muro no me asustaban ya, ellas también me conducirían a mi objetivo final: Dejar mi mundo, dejar atrás mi vida.


Al caer el sol me escondí en el portaequipajes de un viejo Trabant azul; el ruido de sus dos cilindros me destrozaba la cabeza durante cada kilometro que avanzábamos rumbo a un pueblo alejado, donde la vigilancia era escaza.


-Baja ya, corre rápido y buena suerte, la gente en la DFR será amable contigo-, corrí por la oscuridad hacia donde el corazón me marcaba el fin de mi vida y el inicio de otra. 


Ahora que me encuentro por fin a los pies de la barda me he detenido para atar las cintas de mis zapatos antes de intentar el salto. En ese momento, al voltear mi espalda hacia la barda, di la cara por ultima vez a la DDR. La Voz de Erick Honecker resonaba una vez más en mi cabeza y entonces, mientras buscaba huecos en la barda, sentí la nostalgia. Sentí la dulce tristeza de dejar atrás un mundo lleno de Trabants, de frutas de temporada, de la confianza de tener siempre pan y la cobija del partido. La dulce nostalgia de no tener que elegir, de no sufrir lo abrumador de un mundo en movimiento.Nostalgia de un mundo de pepinos Sttepewald y estatuas de Marx y Lenin por las calles. 


Mi existencia estaba completamente llena y de pronto me encuentro trepado casi a un cuarto del muro, apenas despegado del suelo. Me invade saberme dueño de lo poco que tenía, pero más aún me invade el temor de lo que esta por venir. Justo faltando medio paso para dar el salto me dio miedo, miedo de elegir, de vivir en la promesa de conseguir lo que quiero para mi vida, vida que estaba por cambiar completamente.


Y sentí entonces los brazos de mis camaradas jalando mi espalda hacia mi vida, pidiendo que sufriera con ellos por conseguir el sueño de Marx, sueño que para mi, estaba a punto de terminar.  No lo niego, nunca fue pesado caminar brazo a brazo con mis camaradas avanzando hacia el estado perfecto, pero la textura de las piedras en mis manos, me recuerda que ya no habia retorno.


Lo decidí hace seis meses, cuando caí en la cuenta que necesitaba conocer la DFR, nunca por odio a mi patria socialista, sino por que mi vida fluía en esa dirección, para poder enfrentar el juego.


Ya casi amanece y mis ojos se asoman sobre el muro hacia el campo nuevo, la barda ha quedado atrás después de un salto y ahora corro. Mi vida también decidió saltar y siento las almas de los obreros y campesinos atrás de la mía. Decidieron acompañarme en mi aventura, decidieron conocer mi nuevo destino.


Ya no me asustan mis pasos, la luz tiñe de naranja mis zapatos. Ahora los guardias no pueden hacer más que mirarme y culparse mutuamente.


Me tiro de rodillas por las nauseas de la emoción.


No se que me espere en la DFR, pero al menos sé que no dejaré de correr.




Efra Ríos




5 comentarios:

Anónimo dijo...

Por un breve momento pensé que le ibas a dar el final que yo le hubiera dado. Me gusta el hecho de que el protagonista no es un héroe, de hecho en algún momento sabe que es bastante egoista. Buen cuento, tal vez le faltaron algunas letras.

Seguro sabes quien soy.

Efra Rios dijo...

¿Marina?

Anónimo dijo...

También es uno de mis temas favoritos, ya lo sabes. El final es muy tuyo, y creo que has progresado mucho en tus escritos, son de mucha calidad como siempre, pero quizás con más sentimiento. ¿Has visto La vida de los otros? Te la recomiendo ampliamente, es una excelente película. Adiós a Lenin sigue siendo de mis películas favoritas.

Anónimo dijo...

Mmm, no, no soy Marina, soy él anonimo, no la anónima...

Juan Carlos dijo...

hola felicidades desde tepaximilpa
tepeximilpa.blogspot.com