domingo, febrero 01, 2009

Servicio Social

Antes de continuar con la serie quiero agradecer los que comentaron sobre el cuento anterior. El pasado fue una historia situada en uno de mis lugares favoritos durante una de mis épocas favoritas; Este está situado en el saloncito donde llegue a dar clases como parte de mi servicio social.

De nuevo, no implica que lo siguiente ocurriera en la realidad, tampoco implica que sea fantasía; es entonces, simple literatura con un vago estilo de cuento.

Sin más preámbulos, la segunda entrega de la serie:

Servicio Social

Suena la campana y se oyen los pupitres chocar en lo que cada niño ocupa su lugar en las ya gastadas bancas del salón de arriba donde se reúnen, con puntualidad inglesa, los alumnos del 4to B


Los niños, todos de rasgos latinoamericanos, se amontonan en torno a la entrada con tal de ganar un lugar. Algunos comienzan su despertar a la pubertad, otros se refugian en la paz y la calma de la niñez.


Los más grandes cuchichean sobre sexo. Las niñas por su parte pierden el tiempo hablando de boberías mientras que el mito de los reyes magos aún logra entretener a los más inocentes. Una fría mañana de noviembre los tenia presos en el salón por disposición de la H. autoridad del distrito escolar; Lo cual enterraba cualquier posibilidad de salir a tirar una cascarita al sucio patio de la primaria Dr. Pedro Azpe durante al menos, el turno matutino.


Alejados del amor las aguas de sus almas reposan sin la perturbación del profundo dolor que, como S. Freud decía, provocan siempre los otros seres humanos. Son en concreto, sufrientes en potencia; tarde o temprano sus almas se llenarán del dolor intenso e inagotable provocado por el Amor.


Aún la mayoría de los niños no sienten atracción por sus contrapartes, y si las féminas la sienten, serán como su cultura marca: simplemente muy sutiles.


Son solo agua en calma esperando las piedras para agitarse violentamente al compás del dolor y el sufrimiento; el hambre, la miseria, y el subsistir siempre resultan menores problemas ente el eterno dilema del amor; En mis años como biólogo nunca encontré especie más rara, no hay en todo el reino de lo vivo otra que ponga en riesgo su subsistencia por amor. Rara especie que logra anteponer el amar al comer, y llega en ocasiones a vincular su propio deseo de vida con el acto de amar.


Pero quizás sea esto lo que nos convierta en humanos, además de nuestro cerebro y nuestros pulgares oponibles. La esencia cambiante es el amor que cambia, pues la mayoría cambiamos de amores, pero siempre amamos algo.


Y así pasan su día, como agua sin agitar, como sufrientes en potencia; Bien puede ser esta la esencia que logre en ellos transformarlos de simples humanos, a belleza digna.



Efra Ríos



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